Al cabo de muy poco tiempo sus padres se separaron y la madre, totalmente alcoholizada, dejó a la pequeña Edith a cargo de su abuela paterna, una mujer árabe que se había ganado la vida por los pueblos como domadora de pulgas, un "arte" muy popular a principios de siglo (XX). El padre, también alcoholizado, apenas si ganaba para llevar dinero a casa.
Cuando Edith tenía cuatro años, en la durísima postguerra parisina de 1919, una meningitis la dejó ciega, pero poco después recobró la vista gracias, según explicó su abuela, al devoto peregrinaje a la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, en Lisieux, que la mujer hizo con su nieta.
Cuando tenía diez años su padre enfermó gravemente y la pequeña empezó a cantar por la calle, recogiendo las escasas monedas que los viandantes le arrojaban. En aquellas primeras actuaciones, Edith cantaba la Marsellesa, el himno nacional, la única canción que conocía. Cinco años más tarde conoció a su mediahermana Sinome, una niña de
12 años, hija ilegítima de su padre, y se pusieron a trabajar juntas. Ella cantaba y ella hacía malabarismos y recogía las
monedas. Pobres como ratas, Edith y Simone dormían en las bodega
s o en las calles, guareciéndose como podían de la dura intemperie y sin poder comer caliente cada día.
Se quedó embarazado cuando tenía 16 años. Tuvo una niña, a la que llamó Cestelle, pero aquel bebé murió a los dos años a causa de una meningiti
s. La muerte de su hija cuando ella misma practicamente no había dejado de ser una niña, marcó duramente a Edith. Desde entonces, imbuida de una enorme desperanza, empezó a vivir de noche, cantando en los clubs y en las calles de Pigalle, rodeada de las prostitutas y los delincuente
s que la fascinarían durante toda su vida. Como no podía vivir de lo que le pagaban en aquellos tugurios infames, Edith tuvo que seguir cantando en las calles. Y, curiosamente, sería en una de ellas donde tropezaría con la suerte.
Era 1935 y Edith estaba cantando en una transitada avenida cuando u
n hombre, elegantemente vestido, se detuvo a escucharla. Permaneció allí durante un buen rato, sin quitarle ojo, hasta que, alargándole un billete de diez francos, le propuso hacer una prueba. Aquel hombre era Louis Leplée, propietario de Gerny's, un cotizado cabaret de la época al que acudían los famosos de París. Al día siguiente, Edith cantó todo su repertorio, y Leplée, impresionado con esa voz, a la vez bronca y dulce, la contrató. Pocos días después. Leplée convocó a sus mejores clientes para el estreno de
la joven a la que había rebautizado como Môme Piaf.
A los siete días, encontraron a Leplée muerto. Tras la muerte de Leplée, Edith se entregó a todo tipo de excesos, como hacía siempre que le iba mal. Acababa en cualquier tugurio y se acostaba con todo tipo de hombres. Afortunadamente, a finales de los años 30 empezó a centrarse y, bajo la influencia del letrista Raymond Asso, su amante en aquel momento, trabajó disciplinadamente en su repertorio y fue capaz de volver a tener grandes éxitos. su protector (le llamaba cariñosamente papá), sinó que la policía le co nsideró sospechosa del crimen.
Empezó a hacer teatro, películas y giras por toda Europa y America, donde conoció a la actriz al emana Marlene Ditrich, con la que entabló un a gran amistad. El boxea dor Marcel Cerdan fue el gran amor de su vida. Se conocieron en 1946, cuando ambos estaban en la cima de su carrera, pero la felicidad fue efímera, ya que él mu rió en 1949, al estrellarse el avión al que viajaba. Aquella muerte fue un golpe demasiado fuerte y la cantante se hundió en una profunda depresión de la que, como siempre, trató salir gracias al sexo, el alcohol y a los tranquilizantes. Mantener su agotador ritmo de trabajo le supuso un duro esfuerzo y m uchos accidentes de trafico. Después de uno de ellos, Edith se volvió adicta a la m orfina, droga en la que dilapidaba grandes enormes sumas. El matrimonio en 1952 con el cantante Jacques Prill no fue más que un intento desesperado de rehacer su vida, pero fue en vano, ya que la unión solo duró cinco años. Finalmente, en 1959 los médicos le pronosticaron cáncer, enfermedad que, en los años siguientes, le tuvieron apartada del único lugar donde parecía feliz: los escenarios. La diva murió el 11 de Septiembre del año 1964 en un chalet de la Provenza que su marido había alquilado para protegerla de la prensa en sus últimos días de existencia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario